jueves, 2 de agosto de 2012

Oliver Twist

El Doctor aseguró a las damas que iban a quedar agradablemente sorprendidas al ver al criminal y ofreció el brazo a la señorita Rosa, dio la mano a la señora Maylie, y las condujo al rellano superior de la escalera. Entraron en la habitación y, acostado en la cama, en lugar del malvado rufián de toscas facciones que habían esperado ver, no había más que una simple criatura, agotada por los padecimientos y dolores, y sumida en el más profundo sueño.

El cirujano al ver esto solo encogió los hombros para indicar que no veía que eso fuera imposible. Pidió a las señoras que se salieran de estancia. La señora Maylie, influida por los deseos de su sobrina y por sus propios sentimientos, se volvió hacia el doctor. El mismo doctor Lasborne comenzó a caminar por la habitación con las manos en las bolsas del pantalón, se detenía pocas veces y fruncía las cejas. Al fin se detuvo habló como aspirando algo. Y en cuanto al niño le impusieron ciertas condiciones. Los demás querían protegerlo y liberarlo del casitgo que le pusieran. Entonces el doctor dijo que estaba de acuerdo con dejarlo libre de un castigo. Solo que el doctor les puso una condición que era que lo tenían que somoter a un interrogatorio para saber si era malvado, y si era así lo iban a abandonar en su destino.


El que tocó la puerta un hombre robusto, estatura media, que aparentaba unos cincuenta años. El otro hombre era alto, delgado y con una apariencia desgraciada que parecía pordiosero y mirada sombría. Al parecer iban a interpelar al doctor. Fue una larga pero muy larga interpelación. Al fin, después de estas pesquisas y largas conferencia, se convino en que la señora Maylie y el doctor respondieran por Oliver si llegaba a buscarle la Justicia.

Así transcurrieron tres meses, que para Oliver, después de una infancia tan agitada, eran la felicidad suprema. Con la más noble generosidad por una parte, y el agradecimiento más vivo y sinceropor la otra.


La tranquilla existencia de la familia Maylie seguía andando. Oliver se recobró todo y se mostraba sincero y cariñoso como siempre lo había sido. Un día caluroso y con una brisa muy severa prolongaron el viaje y la señora Maylie estaba muy cansada y regresaron a la casa. Al llegar Rosa empezó a tocar el piano y empezó a cantar pero melancólicamente. 
Oliver, que observaba a la anciana con inquietud, notó que se alarmaba ante aquellos síntomas y él también se atemorizó.

Desgraciadamente, el doctor confirmó los presentimientos de la señora Mayliey y declaró que la enferma se encontraba sumamente grave, hasta el punto de temer por su vida si no ocurría un milagro. Esa misma noche la señora Maylie escribió dos cartas, una para el doctor Losbrorne y otra para Oliver pero no la llegó a entregar.  
En Chertsey Oliver buscó posada en la que se detenía la diligencia. Se sentía felíz poder hacer algo, tanto por la enferma como por la señora Maylie, aunque lloraba a cada rato recordando la situación triste de la muchacha. 
Entregada la carta, y cuando iba a dejar la posada Oliver se tropezó con un hombre de estatura alta. A la mañana siguiente, Oliver salió a pasear al campo. De regreso, se le adelantó una silla de posta lanzada a toda carrera que estuvo a punto de arrollarlo. Y luego una voz ronca le gritó que se detuviera. 



De los personajes de nuestra historia, solo Bumble fue el que cambió, ya no tenía el imponente tricornio que presumia en su ciudad. La ex señora Corney era mujer a prueba de miradas de águila, y lo cierto es que lejos de intimidarse, miró a Bumble con aire desdeñoso, dejando escapar una ruidosa carcajada. Al oírla, Bumble se quedó tonto y volvió a entregarse a sus reflexiones de las que no despertó hasta escuchar la voz de su media naranja. La señora Bumble juzgó rápidamente que en aquel momento se decidiría el predominio de uno o de otro, así que se dejó caer en una silla llorando inconsolablemente y dijo que su marido era estupido y sin corazón. 



Se anunciaba una violenta tempestad aquella noche de verano, cuando los esposos Bumble dejaban tras ellos la gran ciudad. Se dirigían hacia un pequeño grupo de casas ruinosas situado a milla y media de la población, en un terreno pantanoso y malsano, a la orilla del río. El descorazonado de su marido llevaba una linterna apagada e iba adelante, deplano que para guiar a su esposa. El barrio no era de esos que tenían mala reputación, pues desde antes se le conocía como buen barrio. A la otra orilla del río estaba un edificio antes ocupado por una fábrica y ahora está todo descuidado que hasta parece ruina. Monks apareció y les hizo una seña para que se metieran por una puertecilla y entraran. La señora Bumble al principio no estaba segura pero después ya entró con toda confianza. Monks se volvió hacia la matrona y fijó en ella una mirada tan amenazadora que, aunque no llevase la intención de atemorizar, hizo que ella bajara la vista sin poder sostenerla. 

Bajaron las escaleras sin mediar palabra alguna, Monks abrió con cautela la puertesuela por donde entraron y los esposos Bumble emprendieron su camino entre el lodo  y las tinieblas.


POR: DIEGO SOSA


 


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